Por Eduardo Galeano
1761
Cisteil
…
Los
indios mayas proclaman la independencia de Yucatán y anuncian la próxima independencia
de América.
–Puras penas nos ha traído el poder de
España. No más que puras penas.
Jacinto Uc, el que acariciando hojas de
árboles hace sonar trompetas, se hace rey. Canek, serpiente negra, es su
nombre elegido. El rey de Yucatán se ata al cuello el manto de Nuestra Señora
de la Concepción y arenga a los demás indios. Han rodado por el suelo los
granos de maíz, han cantado guerra. Los profetas, los hombres de pecho
caliente, los iluminados por los dioses, habían dicho que despertará quien
muera peleando. Dice Canek que no es rey por amor al poder, que el poder quiere
más y más poder y se derrama el agua cuando se llena la jícara. Dice que es rey
contra el poder de los poderosos y anuncia el fin de la servidumbre y de los
postes de flagelación y de los indios en fila besando la mano del amo. No
podrán atarnos: les faltará cordel.
En el pueblo de Cisteil y en otros pueblos
se propagan los ecos, palabras que se hacen alaridos; y frailes y capitanes
ruedan en sangre.
…
1761
Mérida
…
Después
de mucha muerte, lo han apresado. San José ha sido el patrono de la victoria colonial.
Acusan a Canek de haber azotado a Cristo y
de haber llenado de pasto la boca de Cristo.
Lo condenan. Van a romperlo vivo, a golpes
de hierro, en la Plaza Mayor de Mérida.
Entra Canek en la plaza, a lomo de mula,
casi escondida la cara bajo una enorme corona de papel. En la corona se lee su
infamia: Levantado contra Dios y contra el Rey.
Lo descuartizan poco a poco, sin regalarle
el alivio de la muerte, peor que a bestia en el matadero; y van arrojando sus
pedazos a la hoguera. Una larga ovación acompaña la ceremonia. Por debajo de la
ovación, se murmura que los siervos echarán vidrio molido en el pan de los
amos.
…
1761
Cisteil
…
Los
verdugos arrojan al aire las cenizas de Canek, para que no vaya a resucitar el
día del Juicio Final. Ocho de sus jefes mueren en el garrote vil y a doscientos
indios les cortan una oreja. Y para culminación del castigo, doliendo en lo más
sagrado, los soldados queman las sementeras de maíz de las comunidades
rebeldes.
El maíz está vivo. Sufre si lo queman, se
ofende si lo pisan. Quizás el maíz sueña a los indios, como los indios lo
sueñan. Él organiza el espacio y el tiempo y la historia de la gente hecha de
carne de maíz.
Cuando Canek nació, le cortaron el ombligo
sobre una mazorca. En nombre del recién nacido, sembraron los granos manchados
de su sangre. De esa milpa se alimentó, y bebió agua serenada, que contiene luz
de lucero; y fue creciendo.
Fuente:
Galeano, E. (1984), Memoria del fuego 2: Las caras y las máscaras,
Siglo Veintiuno, Buenos Aires.